Volver a la vida

 

Autor: Ibrahim Sherkhan

Del CICR en Irak

 

 
"En la oscuridad, cuando me acuesto a dormir: ese es el momento en que se me aparecen los rostros de Zeinab, Ahmed y Ferhad."
 

Como encargado de comunicación, he visitado con frecuencia las ciudades de Mosul, Bashiqa y Sinjar, muy castigadas por la violencia. No era difícil Llegar a estos lugares. Lo que sí me costaba mucho era escuchar los relatos de las personas afectadas: sus experiencias de la guerra, el desplazamiento y el dolor.

Como el Comité Internacional de la Cruz Roja es una institución que protege y presta asistencia a personas afectadas por la guerra, yo solía estar entre los primeros en ingresar en estas ciudades después de los enfrentamientos. Cada vez que visitaba Mosul, me envolvía un torbellino de emociones.

"Zeinab, Ahmed y Ferhad murieron delante de mí, luchando por su vida hasta último momento en el hospital. El ruido de fondo que acompaña todos esos relatos es el de bombardeos y gritos, tanto de adultos como de niños. Cada vez que viajo, desearía poder olvidar todo lo que vi."

Sinjar

La sola mención de ese nombre me recuerda  todo lo que padeció esta región y quienes viven en ella.

Hoy Sinjar es hermosa, pero la vida aún es difícil; sus habitantes no quieren pasar de de nuevo por la misma pesadilla. Hace poco conocí allí a Sharihan, una joven que perdió a su madre y a su hermano. A la madre la asesinaron delante de ella. Vive con su familia y está desempleada. Me dijo que lo único que quiere es llevarse a su familia fuera de este lugar, que le recuerda su pérdida constantemente.

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Mosul

 

En una visita reciente a Mosul, conocí a Om Nawwar, una mujer que se enfrentó cara a cara con la adversidad durante el asedio. Aun así, insiste: "¡Quiero vivir; no quiero morir!". Durante casi dos meses, Om Nawwar vivió con unas cuarenta personas en un sótano a tres metros debajo de su casa. Una de ellas era un menor que necesitaba atención médica urgente. Ella fue la única valiente que salió a buscar un médico para que le colocara una venda. Om Nawwar ya regresó a su casa con su hijo. Me dijo que, si bien está contenta de haber regresado, la vida sigue siendo muy difícil. Día tras día, tiene que hacer un enorme esfuerzo por satisfacer las necesidades básicas para sobrevivir y, en cada rincón de su casa, revive los recuerdos de la vida pacífica que supo llevar junto a sus hijos y su difunto esposo, gran aficionado al cine y al arte en general.

En la ruta 

Lo que vi en Zanjili y la ciudad vieja de Mosul me dejó estupefacto. Todos los relatos que se escuchan sobre la crisis humanitaria en Mosul se resumen con solo mirar el rostro de un sobreviviente.

Cada vez que regreso de Bagdad a Mosul, revivo todas las escenas y todos los detalles de los que fui testigo. En Zanjili, murieron más de 300 personas en la huida. Muy pocas lograron llegar al hospital general de Mosul, desde el cual yo trabajaba en ese momento, para relatarnos los espantosos detalles de la experiencia. Visité Zanjili cuando terminaron los enfrentamientos y escuché las historias desgarradoras de personas desplazadas que al fin emprendían el retorno a su hogar.

Las guerras en Irak nunca me afectaron directamente. Pero ser testigo del sufrimiento de las víctimas de la guerra en los últimos dos años me ha provocado cefalea tensional crónica. Los médicos dicen que, probablemente, sea resultado de las terribles situaciones que me tocó presenciar con tanta frecuencia.

La guerra terminó. Sin embargo, las tragedias quedan profundamente arraigadas en la psiquis de las víctimas. Estas historias siguen atormentándome por las noches. Agonía y sufrimiento. Destrucción de ciudades y familias.


No hay nada más terrible que la guerra.

 

Ibrahim